Riñon de cerdo para el desconsuelo

Samuel Beckett se mudó a París en 1929. Cuenta James Knowlson, autor de su biografía más completa ("Condenado a la fama"), que allí se reunió con otro irlandés, protagonista fundamental también de la literatura del siglo XX: James Joyce. El encuentro suscitó una anécdota un tanto curiosa y ridícula: Lucia, la hija de Joyce, se enamoró del discípulo de su padre, Beckett, pero éste la rechazó por ser bizca.

Esta anécdota tal vez banal pero que sin duda humaniza a estos dos grandes hombres, es el punto de partida para contar la historia de Gustave y Marie, dos personajes que no logramos saber con claridad si son reales o ficticios, si formaron parte de la Historia o son sólo parte de una ficción y que, según alega su relato, ayudaron a Beckett a escribir una de sus obras más conocidas.

El espectáculo rinde varios homenajes: a Beckett, recorriendo fielmente hechos relevantes de su trabajo y de su vida; a su mentor y amigo Joyce, a través de sucesos de su monumental "Ulises"; al amor incondicional, en la figura de Marie y al artista malogrado, al artista anónimo, que da todo de sí por un bien mayor, en la de Gustave. Y sobre todo, es un tributo al amor que, trascendiendo lo personal, se convierte en grande. Un amor que se entrega a la esperanza, ofrendándose al incierto futuro.

Espectáculo sin intervalo.

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