Domingo, 08 de Diciembre de 2019
Viernes, 13 de Diciembre de 2013

Quiero lo tuyo

En un bar que acaba de cerrar, las mesas están siendo apiladas por su dueño, Vladimiro (Willy Prociuk): un hombre joven y apuesto que presenta signos de una grave enfermedad ya que lleva una máscara de oxígeno ligada a una mochila a través de mangueras. A su lado, Miranda (Margarita Molfino), una mujer joven, bella, está sentada en la única mesa que falta acomodar. Miranda es la hermana gemela de Raquel (Débora Zanolli), esposa de Vladimiro. En esa conversación Miranda le plantea abiertamente a su cuñado que quiere tener un hijo con él ahora que se enteró que su hermana está embarazada. Miranda desea lo que tiene su hermana. Porque en El deseo en el espejo escrita, dirigida y actuada por William Prociuk (Mágica; Biónica; Rosa Negra) dos hermanas gemelas idénticas desean aquello que la otra tiene o dice tener. Son capaces de cambiar identidades frente al marido de una de ellas, para lograr eso que pretenden, que no es ni más ni menos que la supuesta felicidad a cualquier costo. Y el hijo nace del vientre de Miranda pero Raquel y Miranda arreglan intercambio para que Vladimiro no se entere que Raquel en realidad no podía tener hijos.  Pero cuando sucede el cambio de hermanas se reconfigura la relación adormecida en una relación vivaz y amorosa y con un hijito a cuestas y Miranda, no querrá entregar ese lugar a su hermana; pero lo hace. Y el tiempo pasa y una serie de intrigas, sospechas, dolor se incrustará en esa familia de secretos y espejos.
El gran hallazgo de esta puesta y del texto de Prociuk es que frente a una dramaturgia intrincada sale airoso con sus propuestas más descabelladas y es así como el espectador en un instante no sabe cuál es la verdadera historia ni quién es la verdadera madre del niño (en manos del encantador  Valentino Alonso). 

William Prociuk explica que esta trama tragicómica surgió de una frase que leyó de una gran amiga: “solos venimos a este mundo y solos nos vamos…perdón, yo no vine sola.” Se lo dedicaba a su hermana gemela con un humor tan particular que se grabó en mi disco blando”, y sigue: “Existe un enigma en esos vínculos que dispara preguntas obvias: ¿cambiaron lugares alguna vez? ¿Sienten lo mismo? ¿Tienen los mismos gustos? (esta última es mi preferida) “imaginemos”… si las tres preguntas se responden con un “sí” seco y sin ninguna otra acotación… eso que “imaginamos” (al menos yo) es la historia que cuenta este espectáculo.”

Esta obra está planteada y escrita a partir de acciones, pensamientos y deseos de dos mujeres (hermanas gemelas) y como modifican su propio mundo y el de los demás. Es particularmente femenino el universo que se plantea, es tanto así que el hombre casi no tienen posibilidad de maniobra, hasta que finalmente la tiene pero ocultando su accionar hasta que se descubre y luego se proyecta en el hijo. Un alma libre de prejuicios que puede adquirir todos los formatos posibles o al mismo tiempo ninguno.

“Comprendo que escribir sobre los recovecos de la mente humana, -dice Willy-no pertenece a ningún género en particular, sino a la propia naturaleza humana. Mostrar las miserias humanas tampoco habla de géneros. Los personajes tienen conductas dignos de un análisis psicológico, pero al mismo tiempo, se comportan de acuerdo a lo que sienten y ninguno o todos pueden acusarse entre sí, aquí no hay lugares mejores o peores, aquí hay personas viviendo.”

El acento está puesto en las actuaciones, en sostener y contar la historia desde lo emocional, sin demasiadas acciones y sin lugares en donde los intérpretes puedan descansar, protegerse. De alguna manera Prociuk logra que el texto haga su trabajo y que el “procedimiento” de la obra se deslice sigilosamente como los personajes y sus historias.  “La obra exige –cierra el dramaturgo y director- por parte del espectador, una complicidad absoluta. En este espectáculo el público debía ocupar el lugar de privilegio que, supongo, debe ocupar, único testigo y conocedor de las gracias y desgracias que los personajes sufren a lo largo de la historia.”

El deseo en el espejo. Sábados, 21 hs. (14/12 última función del año). Teatro El Grito. Costa Rica 5459. Reservas al 15-4989-2620. $ 70. ($ 40 estudiantes y jubilados)

Publicado en: Críticas

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